Para mí el
físico es importante, llamadme superficial, pero es así. Me gusta cuidar mi
imagen, controlar mi peso y hasta hace poco no pasaba un mes sin hacerme las
mechas. No me malinterpretéis tampoco es que esté obsesionada con el tema pero
he de reconocer que en mi vida he dejado de comerme unos cuantos cruasanes de
chocolate sólo de pensar en las calorías que me aportarían, me he acostumbrado
a pedir ensaladas en lugar de pizza, invierto parte de mi presupuesto en cremas,
he estado apuntada en diversos gimnasios, hasta he llegado a practicar deporte
con cierta regularidad y me pirra incorporar nuevas adquisiciones a mi
vestuario.
Cuidar mi
imagen me aporta seguridad, cuando lo que veo en el espejo me gusta mi paso es
más firme, estoy de mejor humor y me hace sentir bien.
Cuando te
enfrentas a un diagnóstico de cáncer tienes que asumir que va acompañado de un
importante deterioro físico. La pérdida del cabello y la hinchazón que acompaña
a la cortisona provocan un cambio de imagen notable y evidentemente a peor.
Preocuparse
por la pérdida del cabello o por ganar volumen puede parecer una banalidad
cuando estamos hablando de una enfermedad que puede llegar a ser mortal, pero
es que sinceramente yo nunca he pensado que fuera a morirme. Yo lo que pensé cuando
supe que tenía cáncer fue que vaya putada tener que hacer pasar por ese trago a
los míos, qué rabia tener que aparcar mi vida durante unos meses, qué fuerte
que me esté pasando esto a mí, qué faena tener que quedarme calva... Pero jamás
se me pasó por la cabeza que podía morirme. También es verdad que el resultado
de todas las pruebas que me he ido haciendo así lo indican y sinceramente eso
ayuda bastante.
Hasta donde
me alcanza la memoria he estado unida a mi larga y rubia melena, está en todas
las fotos que he dejado de mirar y era un símbolo de identidad del que me
sentía profundamente orgullosa. Mi melena forma parte de todos mis recuerdos, hemos
convivido juntas muchísimos años, yo la cuidaba con cariño y ella me aportaba
seguridad. Me gustaba el resultado de vernos a las dos juntas. Nos lo pasábamos
genial, en verano me encantaba hacerme moños, rizármelo para ir de boda,
planchármelo para los bautizos. La verdad es que daba mucho de sí.
Separarme de
mi melena fue una pérdida importante que asumí con resignación y como cualquier
separación me llevó un tiempo digerirla. ¿Acepto mi nueva imagen?, pues la
verdad aún estoy en ello, porque una cosa es asumir y otra diferente es
aceptar. Yo asumí la pérdida porque era una obviedad, estaba calva, pero
aceptarla, yo no sé si la he aceptado, en cambio sí que puedo afirmar que yo
jamás me hubiera cortado mi melena. ¿Qué entendemos por aceptar? Si aceptar es asumir
la realidad como tal y poder seguir adelante con una sonrisa, pues aceptamos
pulpo como animal de compañía.
Y en medio de
todo este proceso de aceptación un día me di cuenta de que estaba aprendiendo a
verme de otro modo. A medida de que mi imagen física se iba deteriorando yo fui
aprendiendo a mirarme de una manera diferente. Cuando dejé de mirarme por fuera
empecé a observarme por dentro y descubrí un montón de cosas que anteriormente
había pasado por alto. Ahora me conozco mejor a mí misma, sé cuáles son mis
fortalezas y cuales mis debilidades, identifico qué partes de mí son mejorables
del mismo modo que sé reconocer dónde está mi potencial. Ahora sé lo que me
gusta y lo que me desagrada, hacia dónde quiero ir y a dónde no quiero llegar
jamás. Ahora ya sé lo que quiero ser de mayor.
En estos
meses he incorporado nuevas maneras de mirarme: en las manos de mi chico, en las
carcajadas de Lucietis, en la sonrisa de Pauletis, en el abrazo de mis colegas
y una de mis preferidas, en la mirada de orgullo de mi madre. Lo mejor de todo
es que esta nueva manera de gustarme la he instalado en mí y difícilmente me
voy a desprender de ella. Me va a acompañar por siempre jamás.
Y hoy me he acordado de mis queridos Burning y de sus recuerdos del pelo largo, aquí os dejo un ratito con Pepe Risi, otro de mis referentes