Ella cruzó mares y océanos hasta encontrarlo. Él esperó pacientemente
su llegada. Ella le llenó la casa de flores de colores. Él le cocinaba chipas.
Ella volvió a dormir plácidamente a su lado. Él la acurrucaba entre sus brazos.
Ella recuperó la serenidad perdida. Él la salvó de un mundo que la hacía sentir
pequeña. Ella dejó de tener miedo. Él dejó de tener frio. Ella le dejaba
acariciar sus rizos de color azabache. Él le devolvió la sonrisa que le habían
escondido. Ella le hacía fotos sin descanso. Él jamás le negó una sonrisa. Ella
soñaba con cuidarlo cuando pasasen los años. Él fantaseaba con envejecer a su
lado. Ella hubiera dado la vida por él. Él hubiera muerto por ella. Ella
enfermó demasiado pronto. Él lo dejo todo para cuidarla.
Coincidí pocas veces con ellos, tampoco me hizo falta más
para darme cuenta de que estaban hechos el uno para el otro. Nuestro encuentro
fue breve pero jamás olvidaré sus miradas. Él la miraba con todo el amor el
mundo. Ella lo miraba con amargura. La amargura de saber que en breve lo iba a
dejar solo.
La muerte les había tendido un pulso, el primero lo
ganaron ellos. El segundo no.
Ella se fue hace unos días. Él perdió lo que más quería y
yo sólo puedo desearle que sus días pasen rápido. Que su vida sin ella sea lo
menos tormentosa posible. Que dentro de un tiempo consiga recordarla sin sentir
un nudo en la garganta. Y que el aroma de sus flores le hagan la vida un
poquito más fácil.