viernes, 27 de abril de 2012

LA MIRADA DE JUAN LUIS


Mañana por la mañana mis princesas, mi chico, Yosu y yo cogemos los bártulos y nos vamos a nuestro pequeño paraíso a pasar los próximos cuatro días, un lugar del que prometo hablaros en algún momento, merece una entrada especial y por ello  prometo compartirlo algún día con todos vosotros.

Pero no me quería marchar sin compartir con todos vosotros una nueva mirada que he recibido esta semana y que me ha encantado, la mirada de Juan Luis.

Juan Luís es mi primo des de hace 10 años, el tiempo que llevo con mi chico, ya que en realidad es primo suyo por parte de madre.

Yo por malos rollos entre mi madre y sus hermanos motivados por temas que no conozco lo suficiente porque tampoco me he interesado en averiguar no he podido tener una relación con mis primos.

Sí que los tengo, nos conocemos, nos saludamos, incluso hemos llegado a compartir alguna que otra celebración en momentos puntuales pero nos ha faltado sentir ese vínculo que ata a las personas y las une de por vida.No hemos compartido experiencias de vida que nos hayan identificado los unos a los otros como parte de la misma familia.

Pero este déficit quedó completamente cubierto el día que conocí a los primos de mi chico, es imposible definir el concepto vínculo familiar sin hablar de los Marcos.
Los Marcos son una piña, son un montón de personas repartidas por toda España (Salamanca, centro neurálgico y lugar de encuentro habitual, Bilbao, Mallorca, Huelva, Badajoz, Valencia…creo que no me dejo ninguna provincia si es así lo lamento pero es que sois un montón carajo) que pueden estar años sin verse ni hablar por teléfono pero que están conectadas las unas a la otras por un lazo invisible que las mantiene y mantendrá unidas a pesar de la distancia física, personas que sabes con certeza que moverían cielo y tierra para que a ninguno de los suyos les faltara de nada.

Juan Luis es uno de los primos de Bilbao que ha querido colaborar en mi blog y aparte de ser una gran persona y un entusiasta de Los Suaves es un excelente periodista por eso os dejo con el texto que me ha enviado para que disfrutéis con su lectura como yo he hecho. Aquí os lo dejo:

"Antes que nada, creo que es de recibo que me presente: Soy Juanlu, el primo de Juan Andrés, el chico de Yolanda, quien ha saltado a la fama tras inaugurar con notable éxito la sección “Una mirada diferente” del blog “Bebiendo Limonada”. Por si ello fuera poco, soy el ahijado de Rosi y Juan, a la sazón suegros de la mencionada Yolanda. Lo cierto es que me da un poco de reparo introducirme así de sopetón en este blog, puesto que posiblemente los seguidores del mismo tendrán una relación mucho más cercana a Yolanda de la que yo tengo, pero al ver que ésta se ha apiadado de mí y me ha dejado tomar parte en su blog, voy a aprovechar la oportunidad para satisfacer este afán de protagonismo del que solemos gozar los periodistas (que somos muchos en la familia).

Como de lo que se trata es de aportar nuestra mirada al “2012, el año en el que voy a superar un cáncer de mama”, como bien titula mi prima, yo diré que el presente año, en lo que a mí se refiere, está protagonizado por un compañero de viaje llamado desempleo, quien, al parecer, no me quiere abandonar. Y eso que esporádicamente le pongo los cuernos colaborando con un par de agencias de prensa, una de las cuales, precisamente, tiene su sede central en la Calle Mallorca de Barcelona, cerca de donde viven mis padrinos.

Así las cosas, el 2012 va a ser para mí el año en el que he pasado a formar parte de la empresa más grande del estado, en la que ya “trabajamos” más de cinco millones de personas, pese a lo cual no quiero ir de víctima. De hecho, a pesar de que siempre he pecado de pesimista, he aprendido que ver la botella medio vacía te impide disfrutar de la mitad del líquido disponible en el recipiente (bueno, esto me lo acabo de inventar ahora, pero queda bien). Lo que quiero decir es que debemos afrontar las cosas como viene, con su lado negativo, pero también con su lado positivo. Es cierto, yo estoy en el paro, para ser más explícitos, diremos que estoy “en la puta calle”, pero no por eso voy a ponerme a llorar, entre otras cosas, porque yo no he provocado esta situación de la que espero escapar bien pronto. Es más, debería darme por satisfecho al ver que dispongo de artículos de verdadero lujo, como por ejemplo, agua corriente en mi casa, algo de lo que millones y millones de personas carecen en el mundo, y esto no es demagogia, es simplemente una realidad cuantificable.
Quizás fue la muerte de mi padre o quizás fueron mis viajes a Filipinas en los años 2007 y 2008 los que me hicieron empezar a ver las cosas de un modo distinto a como las veía antes, cuando no era más que un  mocoso inmaduro (bueno, un poco inmaduro sigo siendo). Y es que en Manila lo normal es que los niños duerman descalzos en medio de la acera, entre cartones; o que las madres, con sus bebés en brazos, te pidan en plena noche, presas de la desesperación y el hambre, que les des veinte pesos (algo así como 30 céntimos de euro) para poder comer algo. En esa época, mientras atravesaba en furgoneta barrios llenos de sucias chabolas destartaladas, entre las cuales los niños andaban con chancletas (los más afortunados), comprendí que hasta entonces me había preocupado por nimiedades y que aquí, en lo que llamamos Primer Mundo, somos unos privilegiados por disponer simplemente de comida o de luz. Este modo de analizar las cosas no implica que siga siendo en demasiadas ocasiones un neurótico impenitente, pero sí que a veces me ayuda a diferenciar entre “chorradas” y asuntos de los que realmente debemos preocuparnos, o mejor dicho, de asuntos a los que buscaremos una solución.

Por ello, tras la noticia que nos llegó a inicios de año de que Yolanda tenía cáncer, yo quise alejarme de las posiciones catastrofistas que parecían imponerse a nuestro alrededor. Al de poco tiempo comprobé con alegría que era la propia Yolanda la que tranquilizaba a todo el mundo anunciando que su recuperación iba por buen camino y que afrontaba con valentía y coraje esta etapa de su vida (¡Si es que es tan echada para adelante que hasta parece vasca, pues!). Ella ha llamado desde un inicio a las cosas por su nombre y eso es otra cosa que siempre me ha gustado. Sí señores, esa enfermedad se llama cáncer. Mi padre murió de cáncer, no de una larga enfermedad, y no hay que avergonzarse por ello, igual que no me avergüenzo cuando digo que dos tíos míos están en este momento “en la lucha” o igual que me alegro al acordarme de que mi amigo “Cucho”, quien destaca por su facilidad para ingerir cerveza, y de que mi amigo Guiller han superado sendos cánceres.

Por ello, si alguien quiere compadecerse de Yolanda, que lo haga por que el Madrid ha encarrilado la liga en su querido Nou Camp, o porque el único gol que ha metido Torres en los últimos dos años haya sido ante el Barcelona, aunque está claro que el fútbol no es más que una tontería si la comparamos con todas las cosas buenas que tiene Yolanda en su vida, como por ejemplo sus dos hijas, a las que dentro de poco explicará con toda naturalidad como ha superado un cáncer.

Y bueno, espero que ahora, tras esta larga disertación que espero haya sido del agrado de todos ustedes, aparezca aquí debajo un vídeo de Los Suaves, que es para lo que he escrito este artículo, je, je. Es broma, pero ándate con ojo Juan Andrés, que como me hayas puesto un vídeo de Manolo Escobar, cojo un autobús desde Galdakao (la capital del mundo, mucho más que Bilbao, incluso) hasta Rubí y te estiro de las orejas"

A ver si te gusta el vídeo que hemos elegido para que la próximas Malas Noticias que escuchemos sean únicamente este temazo de Los Suaves,


miércoles, 25 de abril de 2012

EL ENCANTO DE LA RUTINA


Cling, cling, cling…abro un ojo el otro sigue cerrado, saco la mano de debajo del  edredón cojo el móvil, miro la pantalla que me anuncia que son las siete y veinte: opción posponer o descartar, elijo posponer, me vuelvo a tapar con el edredón y disfruto de unos  minutos de pereza, al cabo de unos instantes el cuerpo empieza a reaccionar , disfruto del silencio que reina en mi casa, saco de nuevo la mano de debajo del edredón, miro la hora las siete y veinticinco,  ahora sí, empieza  ritual.

Me destapo me pongo las zapatillas que están esperándome al lado de mi cama, abro la persiana de mi habitación y miro el cielo sigue siendo azul, me dirijo al lavabo,(…), me lavo la cara y me pongo crema hidratante veo mi imagen en el espejo, no me miro, no me gusta lo que veo, me duele, me entristece y no hay tiempo para lamentaciones, ya vendrán tiempos mejores ya volveré a gustarme.

Salgo del baño, voy a la cocina, cojo el pan de molde de la nevera y lo pongo en la tostadora, enciendo la cafetera, espero que el botón verde deje de parpadear, voy a la habitación me visto con la ropa que dejé preparada por la noche, vuelvo a la cocina y cojo el biberón le pongo agua y lo caliento en el microondas, salen las tostadas les pongo aceite y sal, el botón verde deja de parpadear busco la capsula de color granate, la coloco en la cafetera le doy el botón verde y sale el café, su olor inunda la cocina, me gusta poder volver a disfrutar de ese aroma, apago la cafetera, añado leche de avena y azúcar moreno  coloco la taza en el microondas, espero un minuto y saco el café con leche me siento en el banco que compramos hace poco en Ikea para acompañar a la mesa de la cocina.

Empiezo mi desayuno, no pienso, mi mente está en blanco en modo off, doy pequeños mordiscos a las tostadas mientras las saboreo lentamente y disfruto del café dándole pequeños sorbos, disfruto de estos instantes de quietud, oigo como el Yosu se despierta y sale de debajo de nuestra cama, veo como asoma la cabeza mientras estira su cuerpo entumecido por las horas de sueño, viene hacia mí se pone a mi lado y me coloca su cabeza encima de la pierna, me da los buenos días, es listo sabe que el ultimo mordisco de mi tostada es para él, se lo doy, miro la hora siete y cuarenta me levanto, cojo la taza y el plato del desayuno les paso un agua y los coloco en el lavavajillas, cojo el vaso de la Kitty lo lleno de leche y lo pongo en el microondas, pongo la caja de galletas encima de la mesa. Mientras se calienta la leche de Lucietis voy haciendo la papilla de Pauletis, suena el microondas que me avisa que la leche ya está templada, le pondo dos cucharaditas de nesquik, coloco el vaso en la mesa de mármol de la cocina junto la caja de galletas y por último la caña del pájaro loco miro la hora siete y cuarenta y cinco hora de despertar a las princesas.

 ”Lucia!!!….ya es de día”  la dejo que empiece a reaccionar mientras voy a despertar a Pauletis que a día de hoy todavía no ha desarrollado ningún tipo de malhumor matinal, voy a su habitación abro la persiana y entra el día que ilumina su cuna, empieza a moverse, se estira, se frota los ojillos y me regala una sonrisa, ¡es tan gratificante despertar a mi pequeña cada mañana!, la cojo en brazos apoya su cabecita en mi hombro mientras yo le doy un millón de besos “mañaneros” y me hace feliz, la llevo a su trona de la cocina mientras se sigue rascando los ojitos con sus manitas, me encanta esa imagen, me recreo mirándola es ternura en estado puro, la siento al tiempo que le pongo a su disposición toda una serie de artilugios, cucharas de plástico, tenedores de madera, muñequitos… y ella empieza a jugar con ellos, le voy dando la papilla.

Vuelvo a llamar  ¡Lucíaaaa! oigo como empieza a quejarse, ella ya ha empezado a desarrollar ese malhumor matinal, sigo dándole la papilla a Pauletis, espero unos segundos, me levanto voy a la habitación de Lucietis, “venga Lucía que ya está el desayuno”  levanta los brazos hacia mi aunque sigue con los ojos cerrados, la cojo en brazos (cada vez más doloridos, no quiero dejar de coger en brazos a mis princesas, eso me pondría triste), la beso y la llevo hasta el banco de la cocina la siento, ella se deja hacer, abre los ojos, mira a Pauletis y las dos se sonríen, se dan los buenos días, Lucietis empieza a desperezarse, mete la cañita en el vaso y empieza a sorber, al rato se dirige dando tumbos hacia el baño y hace pis, vuelve a la cocina, Pauletis  termina su papilla,  señala la caja de galletas quiere un premio le acerco una, la coge y me sonríe le sonrío, salgo de la cocina y las dejo a solas unos instantes, voy al baño me lavo los dientes, oigo como Lucietis sorbe la leche, escucho esos ruiditos que me encantan.

Las ocho y diez vuelvo a la cocina  cojo a Pauletis en mis brazos, voy a buscar un pañal, toallitas húmedas y la ropa que dejé preparada ayer por la noche en su habitación, la dejo encima de mi cama, le cambio el pañal, nos miramos, nos reímos, le hago cosquillas, se troncha, jugamos mientras la visto, le limpio la carita le pongo sus zapatitos y un poco de colonia, la peino y la dejo en el suelo del comedor rodeada de juguetes, muñequitos, cucharas de madera, tupers vacios, voy a la cocina, insisto “Lucia la leche”  empezamos las negociaciones, “toda no”, “toda sí”, “hasta la nube”, “hasta la flor” llegamos a un acuerdo.

Voy a la habitación de Lucietis, cojo el chándal del colegio lo llevo a mi cama, ella me avisa que ya ha terminado, quiere que vaya a mirar el vaso, lo hago  la felicito, le gusta que la premie, a mi me gusta premiarla, viene, se estira en la cama, se quita el pijama, se viste, mientras lo hace quiere que está con ella en la habitación, conversamos, voy al comedor le echo un ojo a Pauletis, gatea entre sus cosas, me ve, viene hacia mí, Lucietis ya está vestida y calzada le doy el cepillo y su pasta de dientes, mientras se lava los dientes y la cara yo le preparo el bocadillo del almuerzo y lo pongo en su mochila,  me avisa cuando termina, va a su joyero repleto de gomas, diademas, clips… escoge el peinado del día, me viene a buscar con la colonia y el cepillo, ella los sujeta, me da la colonia, le pongo colonia, me da el cepillo, la peino, ahora la goma del pelo y un moñete aquí, otro moñete allá y los cuatro clips, dos en cada lado, miro la hora las ocho y media, voy a mi habitación abro la caja donde guardo mis pañuelos,  busco entre mis preferidos, tengo un montón pero casi siempre llevo los mismos me pongo delante del espejo de mi habitación, me lo pongo en la cabeza y lo ato, lista, busco a Pauletis, está jugando en el baño con la báscula, la cojo le pongo la chaqueta que está encima del carro y la coloco en él, se queja, intenta llorar, no le sale, no sabe, le pongo el chupete, se conforma, pongo las mochilas en el carro y el Yosu a la terraza, Lucietis se pone su chaqueta “Mira mama” le gusta que mire como se ata ella sola la cremallera, la miro me encanta mirarla, salimos de casa, voy hacia el ascensor, lo llamo, ella cierra la puerta de casa me acerco y la cierro con llave, llega el ascensor subimos pico la letra B y bajamos, salimos del ascensor, Lucietis me abre la puerta de la calle y la aguanta, le gusta hacerlo.

Las ocho y cuarenta Lucietis me da la mano, con la otra llevo el carrito, primera parada el colegio de Lucietis por el camino recogemos a su amiga la pequeña Laia, a veces se hablan, otras se ignoran, otras se chinchan… y en función del día vamos haciendo el camino, llegamos al destino, aparco el carrito, le doy la mochila y un beso, entra a clase, vuelvo al carrito próxima parada la guardería de Pauletis, cuando llegamos empieza a mover las piernas, está contenta, entramos la cojo en brazos y la llevo a su clase, ríe, le quito la chaqueta, mini conversación con sus profes sobre el tiempo, como va mi tratamiento, anécdotas de Pauletis y Lucietis, opciones varias vamos, me despido de Pauletis la beso ella ya está jugando con uno de los juguetes, me voy cierro la puerta con cuidado, voy a la entrada doblo el carro (las normas son las normas) y salgo a la calle. Las nueve y cuarto me voy hacia casa, miro el móvil, envío algún whasapp de buenos días a mis incondicionales y disfruto del paseo de vuelta a casa, ya no importa la hora, no tengo prisa.

Llego a casa, Yosu me espera inmóvil en la terraza, dejo el bolso, abro las ventanas de las habitaciones, cojo una bolsa de plástico la meto en el bolsillo de la chaqueta, las llaves en la otra y abro la puerta de la terraza. Yosu empieza a saltar, cojo su correa y vamos hacia la calle, por las escaleras nos discutimos, nunca  me ha gustado que me estire ahora menos porque me duelen mucho los brazos cuando lo hace, le  riño y deja de estirar, a los pocos metros vuelve a hacerlo,  salimos a la calle y vamos al parque de siempre, estamos solos, lo suelto y empieza a correr como un loco, huele la hierba , salta, muerde ramas, me trae una, se la tiro y me la vuelve a traer, jugamos un rato.

Me siento en un banco mientras miro como disfruta de su rato de libertad, me desconecto y empiezo a imaginar, me imagino que sentiré el día de mi última sesión de quimioterapia, el día que me reincorpore a mi puesto de trabajo, el día que vuelva a ir a la peluquería a cortarme las puntas, el día que celebre con mi gente que todo ha terminado, el día que por fin me despierte por la mañana y todo haya vuelto a su sitio, empiezo a emocionarme, stop, me levanto y llamo al Yosu.

Hora de volver iniciamos el camino de vuelta y lo veo, mi amigo del parque se acerca, nos saludamos con una sonrisa hacía días que no coincidíamos. Es un señor mayor de sonrisa cálida y mirada entrañable, hemos coincidido varias veces y hemos cruzado algunas frases cordiales, lo recuerdo siempre sonriendo, llama al Yosu, se acerca con su bastón y lo acaricia, me doy cuenta que va solo, no lo acompaña su pequeño amigo peludo  de color marrón, recuerdo la imagen de los dos caminando juntos el uno al lado del otro y siguiendo los dos el mismo ritmo en sus andares, me explica que ayer se murió, está triste su mirada se humedece, no sé qué decirle, me quedo callada le digo que lo siento, no quiero caer en la trampa de decir alguna de esas absurdeces que decimos cuando la situación lo que requiere es quedarse en silencio.

Recuerdo a todas esas personas que cuando les decía que tenía cáncer me listaban a  todas esas amigas, vecinas, tías, madres, novias, suegras, conocidas, cajeras de la frutería, dependientas de la zapatería etc que habían pasado por lo mismo y que ahora estaban “fenomenal” y que sinceramente a mí en esos momentos me importaban tres leches, por eso prefiero quedarme callada, mira por donde después de todo una cosa más que he aprendido.

Mi amigo emprende su marcha mientras me repite “el mío ayer se murió y ahora tengo que pasear solo” veo como se aleja triste apoyado en su bastón para seguir con su paseo diario, ese paseo que hasta hace un par de días hacía acompañado pero hoy lo hará solo y seguramente mañana también. Esa imagen me produce una inmensa tristeza pero no puedo evitar pensar que este abuelillo me da muy buen rollo, quiero en mi vida personas que me den buen rollo.

Vuelvo a casa y por el camino decido que voy a hablar con el responsable de operaciones que me ha diseñado las mañanas para incorporar pequeña conversación matinal con mi amigo del parque, va a convertirse en otro de mis incondicionales, quiero que esté en mi año 2012.

Hoy os dejo una canción del grandioso Kiko Veneno para que recordemos que lo que hoy echamos de más mañana podemos echarlo de menos, vale la pena recordarlo.


domingo, 22 de abril de 2012

UNA MIRADA DIFERENTE


Una de mis premisas es “renovarse o morir” por este motivo voy a inaugurar una nueva sección en mi blog, sección a la que llamaré “Aportando miradas” y que tiene como objetivo dar voz (por escrito) a todas esas personas, familia, amigos, colegas de la red, compañeros varios… para que puedan expresarse y al mismo tiempo para poder aportar otros puntos de vista sobre cómo están viviendo ellos este año 2012 “el año que voy a superar un cáncer de mama”

Yo me pondré en contacto con alguno de vosotros, ya os aviso de antemano que alguno no se va a librar (Ay! que nos entran las cagaleras, eh?) para ver si os apetece participar, no es obligatorio ni mucho menos quiero provocar urticaria en ninguno de vosotros así que a los más nerviosillos ya los he ido descartando; de todos modos yo estaré encantada de recibir las propuestas de todos aquellos a los que les mole la idea.

Bueno, pues vamos al lío y como no podía ser de otro modo, esta sección la inaugura mi chico,  porque no podría ni imaginarme mi vida sin él y porque me encanta cuando me coge de la mano y hace que todo sea más sencillo.

Aquí, os lo presento mi chico-mi red de apoyo; mi red de apoyo-mi chico. Empezamos:

“Muy buenas, soy “el chico”. Mi chica me ha preguntado si quería hacer una colaboración en su blog y me ha parecido buena idea, así que aquí estoy. No diré que espero estar a la altura porque soy perfectamente consciente de que no lo estaré, pero al menos espero no desentonar demasiado y poder aportar al blog lo que supongo que espera Yolanda, otra mirada de alguien para quien el año también está siendo diferente al esperado.

Lo primero que puedo contar es que cuando a principios de año, tras la noticia que nos dieron el día 4 de enero, me encontraba a la gente por la calle que no sabía nada y de manera cordial me preguntaban: ¿qué tal el nuevo año?, se me quedaba cara de gilipollas e intentaba escaquearme como buenamente podía, que seguramente era de manera bastante cutre.

La verdad es que al principio prácticamente no podía hablar del tema, como si no hablar de ello con nadie hiciera que fuera menos real, que no estuviera pasando. Es una reacción habitual en mí, uno de esos déficits que todos tenemos, supongo, mi inocente manera de soportar lo que me parece insoportable. Tras digerir un poco el susto inicial intenté centrarme en la acción, no demasiado en la reflexión, que al principio de poco servía hasta conocer el verdadero alcance de la enfermedad. Me dediqué a cumplir el cometido que me parecía que me tocaba cumplir e intentar estar a la altura de las circunstancias. Sinceramente creo que lo conseguimos, tanto Yolanda como yo. Ni que decir tiene que el mérito es básicamente suyo, gracias a su entereza para mí era mucho más fácil mantenerme siempre en aparente buen humor y con actitud positiva. Cada uno llevaría lo suyo por dentro, y todo lo que se le pasa a uno por la cabeza se queda para uno mismo.

Una de mis mayores preocupaciones era cómo podía afectar la situación a Lucía, una niña de 3 años pero sensible, inteligente y con un radar muy bien sintonizado. Nos dio una lección y nos enseñó que si la hacemos partícipe y le explicamos las cosas en su idioma, ella las entiende, las lleva bien y además nos ayuda. Un cielo. Aprendí lo útiles que pueden ser los niños para superar situaciones complicadas, la energía positiva que aportan. En el caso de Lucía, de manera incluso consciente. En el caso de Paula, de manera inconsciente, pero es que ella lleva la alegría en la sangre, le sale de forma natural. Tiene el don de irradiar buen rollo. Creo que será siempre así. Hay quien considera a los niños una carga. No tienen ni idea de lo que nuestras hijas nos han ayudado a nosotros a sobrellevar esta otra carga mucho más ingrata.

No me quiero alargar mucho más. Aquí el protagonismo es de Yolanda, pero no voy a dejar pasar la oportunidad de acordarme de toda la gente que de alguna manera nos ha ayudado estos meses, sobre todo los que han apoyado a Yolanda, muchos de ellos seguidores de este blog que con vuestros comentarios ayudáis mucho más de lo que seguramente os imagináis.

De los que me han ayudado a mí, agradezco sobre todo el esfuerzo de mis padres, que a pesar de que los años no pasan en balde, siguen estando ahí cuando se les necesita. Gente increíble que no hace más porque no les dejamos. Y a mis jefas, que me han dado todas las facilidades para hacer lo que realmente tenía que hacer, estar al lado de Yolanda. No todo el mundo puede decir lo mismo”.

A qué es monísimo? 

Como es habitual cada entrada la he ido acompañando de una canción o video, en este caso le dejé elegir la canción, que menos, no? por que estando a su lado estoy convencida de que el viento no podrá moverme a su antojo.








viernes, 13 de abril de 2012

YO NO QUIERO SER PRINCESA


No vamos a negar que un diagnóstico de cáncer marca un antes y un después en la vida de una persona, del mismo modo que tampoco vamos a dramatizar con esta afirmación ni vamos a rasgarnos las vestiduras al pronunciar dicha frase. Los dramas se los reservamos a Benito Zambrano que él es el especialista en este ámbito, yo soy más de humor inglés.

En definitiva la vida de todos y cada uno de nosotros es un devenir de antes y después, es decir de experiencias que merecen una mención especial en nuestras vidas porque el simple hecho de haberlas vivido nos han aportado valor, nos han hecho reflexionar, nos han hecho madurar, nos han hecho cambiar la visión que teníamos sobre algo, en definitiva nos han marcado un antes y un después a la hora de plantearnos como queremos seguir enfocando nuestra vida.

Estos momentos “antes y después” pueden ser provocados por la acción de otras personas, otras veces los causamos nosotros mismos por probar, por inconsciencia, por querer saber que se esconde tras una puerta, por querer ir un paso por delante, por simple azar y otras veces suceden simplemente porque unas células malignas de tu cuerpo quieren asumir más protagonismo y empiezan a crecer de un modo desenfrenado en tu tejido mamario.

Yo he estado reflexionando sobre mis momentos antes y después y aquí os dejo una pequeña muestra:

Hubo un antes y un después tras la primera vez que me rompieron el corazón, si hago memoria creo que fue hacia los 15-16 años la primera vez que saboreé la amargura del desengaño, y aunque en las semanas posteriores derramé muchas lágrimas ahora a mis 37 años puedo afirmar que yo soy de esas personas que opina que durante tu adolescencia es totalmente necesario que te hagan trizas el corazón un par o tres de veces porque es a través de estas experiencias que empiezas a crearte tus propios mecanismos de defensa para enfrentarte a las posteriores decepciones que nos iremos encontrando ¡qué la vida es muy larga y no se acaba cuando nos deja nuestro primer novio, hombre!, que son estas las experiencias que te fortalecen y las que te ayudan a romper con el falso mito del príncipe azul que vendrá cabalgando para liberarnos de un largo letargo provocado tras haber mordido una manzana, o por habernos pinchado con la aguja de una rueca, o sino el otro que nos rescata de una vida de sufrimiento al lado de una malvada madrastra y sus hijas. Porque cuando fui consciente que el final del cuento no es “y fueron felices y comieron perdices”, que yo no tengo madrastra de la que me tengan que salvar, que nunca me ha gustado coser y que cuando me despiertan de una apacible siesta me pongo de mala leche es cuando pude empezar a hacerme una idea de lo que realmente quería de una relación de pareja y a día de hoy puedo mostrarme muy satisfecha con el resultado.

Otro momento clave fue cuando fui consciente que ya había llegado el momento de coger el relevo generacional, es ese momento en que te das cuenta que esas personas que siempre han estado ahí cuidándote, arropándote, protegiéndote de todos los monstruos que se acercaban, educándote lo mejor que han sabido, preservándote de aquello que podía ser perjudicial, que siempre han mantenido una fortaleza fuera de lo común, empiezan a ser conscientes que sus fuerzas flaquean y empiezas a notar en sus miradas que es un rol en el que no están cómodas, que ese es un papel que no están acostumbradas a interpretar y se enfadan contigo y con ellas mismas, se entristecen, se rebelan porque no están dispuestas a pasar el testigo pero sabes que no hay marcha atrás que ha llegado el momento de devolverles todo lo que ellas han hecho por ti y que ya es hora de que te empiecen a repartir cartas en esta partida.
Para mí fue muy significativo ese momento porque a los pocos meses de estrenarme como madre, la mía tuvo (podríamos llamarlo) un periodo de ausencia que la dejó un tiempo sin poder hablar y aunque ya está “totalmente” recuperada para llevar una vida normal yo sé que hay algo que se quedó en esa habitación de hospital y que no volvió a casa con ella.
Y aunque fue un momento donde se entremezclaron muchas emociones también pude sacar algo positivo de esa experiencia porque me ayudó a asumir un rol al que no estaba acostumbrada y que en esos momentos era necesario, admitir una responsabilidad y me ayudó a subir un peldaño en la escalera de la madurez donde he de decir que también me siento cómoda.

También hubo un antes y un después al darme cuenta  que ya había encontrado a la persona con la que quería compartir toda mi vida, ese instante me aportó una tranquilidad que nunca antes había experimentado, un saber que ya había encontrado mi lugar en el mundo, y cuando llegó no iba montado a caballo ni disfrazado de príncipe azul aunque no hizo falta porque en ese tiempo yo ya tenía la suerte de no creer en cuentos de hadas así que identifiqué rápido que ese chico que vestía chupa tejana iba a ser para mi.

Otro antes y después indispensable en la lista es el del nacimiento de mis princesas y la primera vez que les vi sus caritas hinchadas y feúchas pero a la vez tan monísimas. Y os puedo asegurar que aunque nacieron con 3 añitos de diferencia la sensación fue exactamente la misma. Esos momentos me aportaron la certeza que mi proyecto de vida se estaba haciendo realidad y que estaba ¡creando mi propia familia!

Y para terminar otro momentazo que no me gustaría pasar por alto fue el que  probé las gambas rojas de Palamós, porque ese sabor exquisito, ese aroma inconfundible y  su color rojizo hacen que tras probar esa delicatesen haya un antes y un después en tu concepto de lo que es comer gambas. Realmente estoy convencida que este antes y después fue fruto de la inconsciencia. 

Os dejo una canción que me ha acompañado esta semana santa y que me encanta