A todos los que estáis, a los que me seguís, a los que me
leéis, a los que me dejáis comentarios en el blog, a los que lo intentáis pero
no se os publican, a los que lo hacéis en el facebook, por whatsapp, a los que
me llamáis, a los que no lo hacéis aunque lo estáis deseando, a los que me
seguís en silencio, a los que me compartís en vuestros muros, a los que me
enviáis vuestra energía positiva, a los que me consoláis cuando se hace duro el
recorrido, a los que me recomponéis cuando me he roto, a los que me facilitáis
el recorrido, a los que cuidáis de mis princesas cuando me convierto en
gremlin, a los que me allanáis los socavones que hemos ido encontrando, a los
que me cobijáis del frío, a los que me resguardáis en los días de tormenta, a
todos los que me cuidáis, a los que me cocináis cosas ricas, a los que me ofrecéis
vuestro tiempo, a los que me regaláis millones de carcajadas, a los que había
perdido el rastro y me alegro de haber reencontrado, a los que sin haber visto
vuestras caras os reconozco en la distancia, a los que llenáis mi armario de
pañuelos, a todos los que me regaláis parte de vuestro tiempo compartiendo conmigo
esta experiencia, a todos vosotros que formáis parte de mi red de apoyo tengo
el placer de presentaros a los Díaz Ferrer.
Este es el resultado de una agradable tarde que
compartimos con Gala de http://www.274km.com,
gran fotógrafa y mejor persona, como dicen los futbolistas, un gran
descubrimiento del año pasado y que va a permanecer durante muchos más fotografiando
grandes momentos de los Díaz Ferrer, porque siempre tendremos motivos para
inflar globos de colores y hacernos cosquillas
Este sábado por la mañana podría haber sido una mañana de
sábado como cualquier otra, una de esas mañanas que amanece o con la llegada de
la princesa Lucietis a nuestra cama exigiendo que nos levantemos por que el día ya
ha empezado, o bien con el agradable sonido de la vocecita de la princesa
Pauletis pronunciando su famoso “ta ta ta ta ta ta ta” mientras juega con su
chupete, sonido que deja de ser ameno a medida que va aumentando su volumen
cuando la pobrecilla empieza a ser consciente que por su cuna no se asoma nadie
y ella empieza a reclamar su papilla de cereales.
Podría haber sido una mañana de sábado corriente con sus
actividades habituales como mirar dibujos del Caillou con un ojo abierto mientras
el otro sigue soñando con lo a gustito que se estaba bajo el edredón, una
mañana de sábado de poner lavadoras con la ropa del cole de las princesas, una
mañana de sábado en que se abren todas las ventanas para llenar la casa de aire
fresco, mañanas de sábado dedicadas a vaguear mientras decidimos en que vamos a
invertir el resto de las horas, mañanas de sábado de desayuno familiar especial
fin de semana.
Los fines de semana habitualmente los inauguramos con
nuestros desayunos especiales que se componen de zumo de naranja (del de verdad,
no néctares ni cosas raras), tostadas de pan recién hecho o más bien recién comprado con mantequilla y
mermelada, bizcocho casero y café con leche (yo Decaffeinato Intenso, mi
chico Roma) leche con nesquik para la princesa Lucietis y papilla de
cereales para la princesa Pauletis.
Estos desayunos son nuestra manera de estrenar
el fin de semana, de celebrar que
tenemos por delante dos días para estar juntos. El hecho de reservar
estos desayunos para esos días es una manera de preservarlos de la
cotidianidad, de dosificarlos y de proteger esos momentos que tanto nos gusta
saborear.
Porque como todo en la
vida lo poco agrada, lo mucho cansa y el exceso empacha, porque hay que
reconocer que hasta aquellas cosas más agradables tomadas en abundancia pueden
llegar a ser molestas y el saber alargar el disfrute de estos momentos depende en
gran parte de la correcta gestión que nosotros hagamos de ellos.
Por eso os explicaré un secreto, a pesar de tener
lavavajillas en casa me gusta, de vez en cuando, lavar a mano toda una montaña
de platos. Es posible que es estos momentos os estéis preguntando ¿pero tú
estás como una cabra? o ¿es un efecto secundario de la quimio? y la respuesta
es la siguiente: Sí es posible que esté como una cabra y No, no es efecto
secundario de la quimio, yo ya era así antes. Pero es que me encanta prolongar
estos pequeños placeres, beberme a sorbitos estos instantes y me gusta seguir apreciando
que tengo una maquina a la cual si le apreto un botón me lava todos los platos que
he metido dentro, y si dejara de lavar los platos a mano definitivamente dejaría
de valorar que tengo un lavavajillas.
Y si algún graciosillo
(porque graciosillos hay en todos lados) se está preguntado pues por esa
regla de tres porque no me voy al rio a hacer la colada la respuesta es muy simple, porque no me queda cerca ninguno que sino igual me lo planteaba.
Bueno vuelvo a tema de los sábados que siempre me pasa igual
y me voy por peteneras, este sábado por la mañana sucedió una cosa que transformó
lo que hubiera sido un sábado normal en un sábado yumpi, como hubiera dicho mi
sobrino hace unos años.Entre el desayuno y la primera lavadora la princesa Lucietis
vino a mi lado y me dijo “Saps què mama? Sóc feliç…” (Sabes què mama? Soy
feliz; Do you know one thing mum? I’m happy; Tu sais quoi maman? je suis heureuse) tenía la necesidad de traducir la frase en todos
los idiomas que más o menos conozco.
Esta frase transformó una mañana de sábado corriente en una
mañana de sábado excepcional, porque estos son los momentos que yo considero mi
tratamiento de refuerzo.
Cuando el pasado 4 de enero me dieron el famoso
notición lo que tenía claro desde un principio es que el cáncer estaba en mi
teta derecha pero que no había venido para quedarse.No se iba a instalar en mi casa ni siquiera iba a pasar del
recibidor, no compartiría nuestros desayunos especiales de fin de semana, no degustaría
mis bizcochos, no estaba invitado a bailar con nosotros en el comedor la
canción del Mar de los Manel, no se iba a disfrazar con nosotros el día de carnaval, no nos acompañaría al parque, ni se subiría con
mis princesas a los columpios, no disfrutaría de las tardes de palomitas viendo
Tiana y el Sapo, no escucharía a mi princesa Lucietis cantar (a su manera) la
canción de la seria Aida “ya era hora me toca a mi”, no estaba invitado a cenar
pizza los viernes, no iba a hacer que dejáramos de hacernos cosquillas, no iba
a fastidiarme la sonrisa que asoma en mis labios cuando me voy a la ducha y la
princesa Lucietis me pregunta si me toca lavarme la cabeza, no estaba convocado
a hacer la siesta con la princesa Pauletis cogiéndole la mano, no íbamos a
dejar de inflar globos de colores por él y no
está invitado a ninguna de nuestras fiestas de cumpleaños, es decir el bicho
cabroncete no iba a fastidiarnos el año.
Por eso cuando la princesa Lucietis pronunció esa frase me
llenó de satisfacción porque siempre he sabido que mi chico y yo siempre formamos
un buen equipo y esa frase es el mejor reconocimiento a nuestro trabajo.
Y ese instante se merecía una entrada en mi blog porque es de
estos momentos de los hay que dejar constancia.
Mi padre fue
una de esas personas que gran parte de su vida llevó a cuestas una mochila muy
pesada, una de esas personas a las que era muy fácil etiquetar o prejuzgar sin
conocer su historia de vida.
Yo siempre he
pensado que hay historias de vida sencillas que se traducen en mochilas ligeras,
versátiles, fáciles de transportar, en cambio existen otras historias de vida más
complicadas que conllevan mochilas pesadas, cargantes y muy incómodas de acarrear.
Irónicamente son estas personas las más susceptibles de ser etiquetadas, como
si no tuvieran suficiente con ir de sherpas por la vida.
Yo
personalmente odio las etiquetas y esa facilidad que tenemos las persona para
prejuzgar a los demás sin ser conscientes que ese acto pueda repercutir en el
contexto vital del individuo que está siendo etiquetado. Es impresionante como
el ser humano puede utilizar su inteligencia para apoyar sus propios
prejuicios.
Cuando
etiquetamos hemos de ser conscientes que estamos cancelando la oportunidad de
ser diferente, que estamos perdiendo la dimensión de la individualidad, ¡no estáis
hartos de tanto generalizar y de tanto “café para todos”!, dosificamos y
simplificamos la realidad de la persona etiquetada, la momificamos. ¿Porqué no
dejamos que cada cual se coloque su propia etiqueta y respetamos su elección?
Un cuento
indio dice así: Había un hombre que un buen día se encontró en el bosque un
halcón. “Mira qué paloma tan rara”, se dijo. A continuación, con unas tijeras
le recortó la cola, el pico, las alas y los dedos de las patas. “Ahora sí que
ya parece una paloma respetable, como tienen que ser las palomas, una paloma
como Dios manda”, pensó para sus adentros muy satisfecho. Madre mía la de halcones reconvertidos en
palomas que salen en Hermano Mayor.
Bueno, pues
eso, que creo que queda claro, no? que odio las etiquetas y que aprovecho para
comentar que el día que a alguna de mis princesas le coloquen algún rotulo saldrá
esa Belen Esteban que todas llevamos dentro y agarraré del moño a quien haga
falta. Mis hijas serán halcones bellas y libres que volarán tan alto como ellas
quieran y que nadie se atreva a coger unas tijeras para convertirlas en paloma
porque me tiro a su yugular.
Pues dejando
el tema de las etiquetas, vamos con mi padre que esta entrada se la dedico a él
y a nuestros recuerdos:
Cuando
pienso en mi padre me viene a la mente mi infancia y mis veranos en Sant
Cebrià de Vallalta, veranos eternos que empezaban a mediados de junio y
terminaban a mediados de septiembre, veranos que olían a hinojo y sabían a
Colajet, meriendas de pan con aceite y chocolate, tardes enteras comiendo pipas
sentada con mis amigas en el
banco de la plaza de la Iglesia sin que pasara nada pero donde estaba pasando
todo, veranos de Pancho llorando desconsoladamente mientras gritaba “¡Chanquete
ha muerto!”,mañanas de playa en Sant Pol de Mar, y ahora es donde aparece mi
padre y la avioneta de Nivea, porque no es una leyenda urbana, no, la avioneta de Nivea existió.
Yo recuerdo estar en la playa y oir el sonido del
motorcillo de la avioneta y de pronto un montón de pelotas de plástico azules
que se precipitaban hacia el mar, entonces todos los padres como si de
mismísimos JohnnyWeissmüllers se trataran se precipitaban al mar en busca de
uno de esos balones mientras sus cachorrillos los esperábamos en la orilla
llenos de emoción y animando a nuestros respectivos.
Me acuerdo con orgullo del día que mi padre salió del mar con una de
esas pelotas azules y yo fui una de las niñas más felices de la playa, esa mezcla
de orgullo y de “chínchate rabia” a las que no habían corrido la misma suerte
hizo que ese momento fuera maravilloso, porque no nos vamos a engañar los niños
somos chunguillos, y yo no fui una excepción aunque ahora me haya convertido en
una mujer encantadora.
También me vienen a la memoria nuestros paseos por el pueblo, bajando por las mismas
escaleras por las que hacía un momento había pasado Marco con su mono Amedio, o
pasando por delante de la casita de chocolate… largos paseos los dos juntos que
él llenaba de cuentos y de historia llenas de magia y colores.
Recuerdo los domingos que me llevaba a las Golondrinas; las mañanas que
llegaba de trabajar (en el turno de noche) y yo lo esperaba en la cama para que
me explicara el cuento de Blancanieves y los siete enanitos y él lo hacía;
recuerdo que me decía que si dejaba caer los brazos por fuera de la cama me
subirían hormigas, yo siempre pensé que se refería a los insectos y ahora de
mayor me hace mucha gracia pensar que se refería al hormigueo que tienes cuando
se te duerme un brazo pero él me lo explicó de tal manera que ha perdurado en
el tiempo y se ha ido adaptando a mis conocimientos ¡todo un visionario vamos!;
recuerdo como hacía una cruz con el cuchillo en la barra de pan antes de
cortarlo; recuerdo que hacía un truco de magia (siempre el mismo) y se partía
el dedo gordo de la mano por la mitad y luego se lo volvía a poner en su sitio,
recuerdo como imitaba el sonido de la trompeta con la boca…
Y de pronto dejo de recordar y no sé qué sucedió, imagino que pasaron
los años y crecí, yo dejé de esperarlo despierta y él dejó de explicarme el
cuento de Blancanieves, y pasó lo peor que le puede pasar a dos personas que se
quieren y es que dejamos de hablar permitimos que el silencio se instalara
entre los dos, ya no habían paseos, se fueron las Golondrinas y las historias
llenas de colores pasaron a ser grises y no logro situar exactamente cuando
pasamos de ser padre e hija a ser dos desconocidos, nunca sabré cuando sucedió pero
me gustaría que nadie le hubiera robado el mes de abril pero pasó y él intentó
hacerlo lo mejor posible de eso estoy segura.
Y espero que esté
donde esté le hayan dejado ser halcón y le hayan enseñado a leer…
Entendemos
por percepción la sensación interior que llega de un estímulo material a través
de los órganos de los sentido por ello la utilización que hagamos de nuestros
sentidos nos ayudará a crearnos nuestro mundo, el mundo en el que vamos a
vivir durante toda nuestra existencia.
Los
sentidos ponen a nuestra disposición toda su gama de colores, sabores, sonidos,
olores y texturas para que seamos nosotros mismos los que vayamos decorando
nuestro día a día de la forma que consideremos más oportuna.
Yo durante estos días “de introspección” (por ponerles un
nombre y no un insulto) he estado repasando cuales eran mis sonidos, aromas, imágenes,
sabores y texturas preferidos y cuales detesto y aquí os dejo el resultado:
Adoro el sonido de la respiración de mis dos princesas
cuando duermen plácidamente, esa musiquilla rítmica que producen, me encanta
visitarlas antes de irme a dormir, acercar el oido a la cuna de la princesa
Pauletis y a la cama de la princesa Lucietis para poder oír el sonido de sus
sueños, para llenarme de ese momento tan lleno de serenidad, para degustar de ese momento tan apacible, me encanta ese
sonido!
En cambio, el sonido que más detesto es el de la tos de
mi princesa Lucietis, no soporto ese sonido estridente que se introduce por mis
oídos hasta llegar a martillearme la cabeza. Odio con toda mi alma el golpeteo
de sus toses nocturnas, no soporto oírla toser y toser sin parar a pesar de
poner a su disposición todos los
remedios conocidos, que si un vaso de agua templada con miel para suavizar la
garganta, que si una cebolla cortada por la mitad en su mesita de noche para
que la princesa inhale la esencia que desprende, que si el botecillo que emana
vahos mentolados, que si el humidificador que le trajeron los Reyes Magos
cuando tenía 2 años… en esos momentos daría cualquier cosa para que ese sonido
finalizara, me aturde de tal manera que puede llegar a hacerme enloquecer.
Mi olor preferido sin lugar a dudas es el de mi princesa
Pauletis, me encanta su olor y el aroma que queda en la ropa que ha usado,
adoro aspirar esa fragancia que desprende su ropita, bodis, camisetas,
pantalones… cuando la estoy cambiando para ponerle el pijama. Aunque también os
he de reconocer que los aromas que desprenden sus pañales no los incluyo en esa
ceremonia, esos formarían parte de otro tipo de clasificación.
En cambio, detesto cualquier olor después de una sesión
de quimioterapia, en los dos o tres días posteriores a una sesión de
“tratamiento de refuerzo” (manda cojones) cualquier olor puede provocarme unas
nauseas tremendas, odio el olor a perfumes, detergente, comidas, tabaco,
incluso el ambientador que compré hace poco porque su olor me encanta y que lo
tengo adornando el comedor durante esos días lo tenemos que encerrar en una
habitación y cerrar bajo llave… curiosidades de la vida, esas cosas que si no
llegas a saber que suceden tampoco pasa nada pero que una vez puestos pues te
sorprenden.
Adoro el sabor del chocolate negro, me encanta comerlo
siempre, a todas horas pero el momento que más lo disfruto es cuando lo degusto
dentro de la cama, debajo del edredón, antes de irme a dormir, Ummm!! Es
maravilloso acompañar ese sabor de esa sensación de protección y de
clandestinidad, la mezcla de todos estos factores hace que el sabor se
intensifique altamente y que ese momento sea altamente adictivo.
Odio el sabor amargo que dejan los desengaños, esa
sensación que sentimos cuando tomamos consciencia que aquello en lo que
habíamos puesto un montón de ilusiones era simplemente un espejismo, una
mentira. Yo a lo largo de mi vida he tenido unas cuantas decepciones, pero la
verdad es que de todas y cada una de ellas estoy altamente orgullosa, no por la
sensación inicial de vacío que dejan sino por cómo me han ido ayudando a
madurar, a superarme, a crecer, a relativizar, en definitiva a mejorar. Así que
desde aquí, aunque obviaré los nombres, por si alguna tiene la indecencia de
estar leyéndome, (la vida te da sorpresas, sorpresas te da la vida) os
agradezco enormemente a todas y cada una de vosotras que hayáis colaborado en
mi crecimiento personal a lo largo de estos años y me hayáis convertido en una
especialista a la hora de convertir situaciones negativas en experiencias
provechosas, esta manera de ser me está
ayudando enormemente a vivir este año 2012 de una manera positiva y optimista y
siempre basándome en una de mis máximas, “la vida no es lo que te sucede, sino
como lo vives”
En referencia a la vista una de las imágenes que tengo
guardada en un lugar preferente de mi retina es la de mi chico y la princesa
Lucietis jugando en la playa del Cap Roig en l’Ampolla, mientras yo los observo
a la sombra de las elegantes y generosas moreras del chiringuito Cal Pepe, con
la princesa Pauletis durmiendo en mi regazo después de haberse trincado una buena
dosis de teta, pobrecilla la Paulitis! suerte que como es tan pequeñilla todavía no
se ha enterado de lo que ha pasado con su gran amiga, esa que tan buenos
momentos le ha dado durante sus primeros 9 meses de vida. En fin cuando llegue
el momento ya se lo contaremos.
El edén que os he mencionado anteriormente es un lugar
paradisíaco donde los haya e imprescindible de visitar al menos una vez en la
vida, un oasis en la costa tarraconense que persiste a pesar de los intentos de
nuestro gran amigo Paco de llenarla de centrales nucleares
En cambio no soporto la imagen de mi chico riéndose con
las actuaciones del Chiquito de la Calzada, y que si el Condemor de la pradera,
que si el fistro duodenal y el no puedorl, no puedorl, yo sí que no puedorl ver
esa imagen, me tengo que ir por patas. Yo tengo la gran certeza que comparto mi
vida con una persona inteligente, con una gran capacidad de razonamiento, aguda
y sabia, por eso cuando lo veo reírse con ese tipo de humor tengo que salir
huyendo, para evitar que se me caiga el mito. Por otro lado imagino que es la
misma sensación que debe sentir él cuando me ve salir despavorida de la cocina
dirección el mando a distancia del televisor mientras le grito ¡Pon Antena 3 que sale el
Bustamanteeeeeeeeeee! Así que llego a la conclusión que cada uno tenemos
nuestras debilidades y ojos que no ven corazón que no siente, yo seguiré
intentando borrar esa imagen.
Adoro el tacto suave de
la mano de mi chico sobre todo cuando paseamos los dos cogidos, me encanta entrelazar
mis dedos con los suyos y caminar, sin rumbo, los dos solos, me agrada como me
hace sentir segura, protegida, fuerte. Los dos callejeando por Barcelona un
sábado por la mañana, es especial por el barrio de Gracia o el del Raval, los
dos cogidos de la mano, sólo soltándonos para poder comer algo, un wok, un
shawarma… y seguir perdiéndonos por las
calles de la ciudad, sin destino, con el mero anhelo de seguir caminando y seguir disfrutando de nuestra compañía, cruzándonos con un montón de
personas pero solos los dos sin nadie más que nosotros. Me cautiva como me está
acompañando en este viaje, como está caminando a mi lado, siempre cerca, como
me está cogiendo fuerte y como me está transmitiendo todo su apoyo simplemente
cogiéndome de la mano.
Y el tacto que no quiero
notar nunca, jamás de los jamases es el de la ausencia de su mano cogiéndome
fuerte, el de nuestros dedos entrelazados y haciendo que la vida sea mucho más
sencilla.
Os dejo nuestra canción
porque todas las parejas tenemos una, no?